Este viernes 7 de julio quedé con mi colega para ver el Correfoc de Sitges en las Cases Noves. A Eric y a mí nos dio un antojo de hamburguesa y sin pensarlo dos veces, nos fuimos al Big Al’s American Kitchen.

En el menú, la hamburguesa que me flipa cuesta 12 pavos, así que hice mis cálculos y le sumé un par más para el agua, lo mismo hizo Eric. Cuando llegó el camarero, nos preguntó por los extras y, claro, como me encantan, pedí guacamole y bacon. ¡Fue una pasada! La hamburguesa estaba de muerte, las patatas estaban de cine, hasta que llegó la cuenta.

¡No llevábamos suficiente pasta! Metimos todo lo que teníamos en el bote, pero aún nos faltaban 70 céntimos. ¡Imagínate! Ya me veía fregando los platos. Menos mal que no se me ocurrió pedir más extras o un postre de esos que pido cuando voy con papi y mami.

La verdad es que fue una experiencia única. Con mis 13 añitos recién cumplidos, ya me aventuré a ir a un restaurante con un colega. Lo gracioso fue la reacción de papi y mami… Papi estaba súper orgulloso de que desafiara las leyes del universo y me atreviera a ir solo a un restaurante, y mami se volvió loca, jajaja. Debe ser cosa de papis y mamis… ¡las mamis siempre tan sobreprotectoras!

Ya le he pedido a mis papis que me hagan una tarjeta de emergencia para situaciones así! Seguro que mi madre habría salido disparada a salvarme el trasero, pero tampoco es plan, ¿no? La verdad es que creo que cuando le dije a mi madre que estaba cenando con Eric, se montó en el coche y se quedó esperando mi llamada de emergencia, ¡jejeje!